TRUMP 2024: LA CONSTRUCCIÓN DE UN «MESÍAS AMERICANO»

Cada vez que Donald Trump se acerca al círculo político estadounidense ocurren hechos dignos de ser narrados en la Ilíada de Homero. El asedio al Capitolio, como si de Troya se tratase, guerras, disparos, nacionalismo y huestes dispuestas a inmolarse por su líder. El empresario neoyorquino ha pasado toda su vida viviendo como si del protagonista de una novela caballeresca se tratase, pero fue en la campaña electoral del pasado 2024 cuando él y sus hooligans escribieron su epopeya heroica particular.

Donald Trump is surrounded by U.S. Secret Service agents after an assassination attempt at a campaign rally in Butler, Pa.,
Saturday, July 13, 2024.
(AP Photo/Evan Vucci,)

Nada define mejor lo que voy a disponer que la foto de arriba. Es el summum de la metáfora, la foto de la portada del libro. Todos los elementos que en ella hay parecen estar colocados a propósito (lo cual no es del todo imposible). Recuerdo verla en mi camino al trabajo el día 14 de julio de 2024 mientras me encontraba en el estado de Colorado. No se habló de otra cosa en semanas; el disparo en la oreja. Colorado es un estado muy diverso y multicultural, por lo que se apreciaban teorías y veredictos de diferentes vertientes. Algunos proclamaban que aquello había sido un teatro, otros cosa de los aliens, otros un atentado terrorista, culpa de la CIA, de Oriente Medio…

Culpables no faltaban, conspiraciones tampoco. Pero la dicotomía que más me llamó la atención fue la de héroe vs. villano. Para sus acérrimos seguidores aquello fue la prueba divina, el milagro que daba el veredicto sobre las elecciones. Tan remotas posibilidades de tal casualidad en el disparo hicieron que todo creyente dudase, al menos por un momento, de si era el mesías americano al puro estilo Joseph Smith.

El mitólogo y escritor Joseph Campbell estudió durante toda su vida la narrativa del héroe en diferentes culturas. Según su teoría, el personaje heroico comparte todas sus características a lo largo del relato, cambiando el disfraz dependiendo del contexto cultural e histórico de cada región geográfica. Es decir, el héroe se construye a través de una narrativa concreta. La narrativa política de Donald Trump parece responder fielmente a este canon establecido y obedece en toda forma a los diferentes pasos y vicisitudes que se deben presentar en toda historia de este estilo que se precie.

Analizaremos uno por uno los diferentes pasos o hechos propuestos por Campbell comparándolos con la narrativa trumpista:

El llamado. La epopeya comienza cuando el protagonista escucha una voz y acepta un destino. Trump pronunció ese llamado el 15 de noviembre de 2022, en Mar-a-Lago: anunció que volvería a competir por la Casa Blanca y que “salvar” a Estados Unidos era tarea suya. No era solo una precampaña; era la proclamación de una cruzada personal. Ese gesto partió el relato en dos: el mundo ordinario de la derrota de 2020 y el territorio desconocido de un regreso improbable.

Cruzar el umbral. En el viaje épico, el héroe abandona lo seguro y entra en la zona donde no aplican las viejas reglas. Para Trump, el umbral no fue geográfico; fueron los tribunales, los titulares adversos, el dedo acusador del establishment. Cruzarlo significó convertir cada acusación en combustible dramático: “me persiguen porque voy a ganar”. Ahí se instala un mecanismo clásico: cuanto mayor la amenaza externa, más nítida la figura del héroe para los suyos.

Pruebas, aliados y enemigos. Toda epopeya necesita una compañía y un antagonista. La compañía, en su caso, es una multitud ritual que llena pabellones y vitorea consignas; también un escudero, como si de Sancho se tratase, elevado a coprotagonista, J. D. Vance, elegido como compañero al arrancar la Convención Republicana de Milwaukee. El antagonista es, en este caso, múltiple: los demócratas, “el sistema”, ciertos medios y burócratas. La función narrativa de cada uno es clara: dibujar monstruos a la altura del héroe.

La ordalía. En el centro del viaje está la prueba que lo decide todo. El 13 de julio de 2024, en Butler (Pensilvania), un disparo le rozó la oreja. La cámara de Evan Vucci congeló el instante: la sangre en el pómulo, el puño en alto, los labios marcando “Fight! Fight! Fight!”. Esa secuencia arquetípica transfiguró la campaña en leyenda y reescribió el rol del protagonista: del candidato combativo al superviviente que desafía a la muerte en riguroso directo. Es la escena que en las epopeyas separa al pretendiente del elegido.

La recompensa. Tras la ordalía, el héroe no solo sigue vivo: regresa con un signo. Dos días después, apareció en Milwaukee con una venda en la oreja; la imagen funcionó como talismán: prueba de herida y credencial de resistencia. En narratología épica, ese objeto opera como “elixir”: algo que el héroe trae del borde del abismo para legitimar su misión ante los suyos.

El camino de regreso. En el mito, el retorno no es una retirada, es una marcha con sentido: lo que se vio y se sufrió debe ser contado a la comunidad. La campaña reordenó entonces sus símbolos y su pauta: el gesto del puño, el “Fight” convertido en mantra, la promesa de perseverar, el clásico contra todo y contra todos. Incluso volver al escenario de Butler meses después, teatralmente, como quien retoma un relato interrumpido, cerró el arco de “cayó, se levantó, volvió”. Ese “como iba diciendo…” es puro lenguaje épico: el héroe termina la frase que la muerte quiso cortarle.

El mentor, invertido. Campbell habla del guía que entrega un arma o un consejo. Aquí, la figura del mentor se invierte: no es una persona, es el sistema mediático. Las cámaras, los virales, los directos y los titulares actúan como los viejos bardos: amplifican cada escena y, al hacerlo, determinan su lectura. Cuanto más espectacular el episodio, más fácil encaja en el molde mítico. El héroe aprende del reflejo de su imagen y calibra su próxima entrada al escenario.

El enemigo interno. Toda epopeya seria incluye un descenso, un ajuste de cuentas con la propia sombra. En política, ese descenso no ocurre en una cueva, sino en el terreno áspero de las contradicciones: la gestión pasada, las promesas maximalistas, los límites reales del poder. La fuerza narrativa de Trump reside en reencuadrar ese descenso como persecución externa. La sombra se proyecta hacia afuera; el héroe se ahorra la purga íntima y mantiene intacta la mística.

El don al regreso. En el monomito, el héroe vuelve transformado y entrega algo a la comunidad: un elixir, una ley, un relato. Aquí, el don es precisamente el relato de invulnerabilidad: “me dispararon y sigo aquí”. La política lo traduce en un mensaje de orden práctico —resistencia, seguridad, revancha— y de orden simbólico: la idea de destino. Si sobrevivir toma la forma de milagro, entonces gobernar aparece como cumplimiento de fábula.

Coste y ambivalencia. La épica encandila, pero todo mito deja zonas ciegas. La estética del sobreviviente puede galvanizar a los fieles y, a la vez, endurecer la polarización. La música del relato corre el riesgo de volver ininteligible cualquier matiz. Y sin matiz, la política se parece demasiado a una guerra santa. En ese sentido, la epopeya es poderosa y peligrosa: su gramática produce significado y, a su vez, elimina preguntas.

Coda. Campbell resumía el viaje como separación, iniciación y regreso: salir, sufrir, volver con un don. La campaña de 2024 siguió ese compás con precisión casi literaria. La conclusión no decide si estamos ante un héroe o un antihéroe; muestra cómo una candidatura se narra para ser leída como epopeya. Y cómo, en una democracia saturada de pantallas, la batalla por el poder es inseparable de la batalla por el mito.

El final de la novela ya lo conocemos, la sufrida y controvertida victoria en las urnas, en las que no cabe duda que esta narrativa favoreció. Pero para que estas historias tengan peso hay otro factor primordial: que la gente las crea. No todo es cuestión de crítica al político, también a sus masas, a sus hooligans.

Conozco bien a decenas de votantes de Trump y en todos ellos se repite un comportamiento claro; la predisposición. Predisposición a creer ciegamente al líder y a defenderlo ferozmente de los antagonistas terrenales que le atacan constantemente. Un best seller lo es por cuántos la historia consigue enganchar, no por la historia en sí misma.

Esto nos abre la puerta a hacernos muchas preguntas, no solo sobre el electorado americano, sino sobre nosotros mismos. ¿Se ha de mitificar a una figura política? ¿Conocemos el riesgo real de hacerlo? ¿Somos críticos o proclives a caer en el populismo? Aún queda tiempo para que las campañas electorales vuelvan a nuestras calles, teléfonos y televisores, pero no estaría de más irnos preguntando si a nosotros nos va a salir algún «Quijote».